El sistema de bienestar español, y muchos otros europeos, se enfrentan a un
futuro incierto en su cobertura y sostenibilidad. A las bajas tasas de crecimiento económico esperados, se les une una mayor
demanda de protección social debido a diversos elementos tensores como son:
- La mayor población en edad avanzada (>65 años) al que le corresponde cobrar las pensiones, así como una alta cobertura en dependencia y atención médica. Una atención medica cada vez más costosa no solo por la demanda de servicios, sino por la irrupción tecnológica, incorporada en muchos casos de forma poco coste efectiva en una catalogo demasiado amplio.
- La cada vez más escueta y empobrecida clase trabajadora, cuyos salarios (que no su productividad) se ven estancados o reducidos en términos reales, y sobre la que recae la recaudación necesaria para las pensiones, entre otras partidas.
- Una juventud “muy formada” pero que no encuentra en el empleo a terceros un futuro digno ni estable, con tasas de paro de casi el 50%, y una inflación universitaria (en títulos y tasas) que pone cada vez más costoso conseguir la formación necesaria para ser relevante en el mercado laboral
- Unos parados de larga duración, que no han cotizado suficiente y carecen de los medios (sociales, económicos y de conocimiento) para insertarse de nuevo en el mundo laboral. Un mercado laboral cada vez menos trabajo-intensivo debido a la robótica y las tecnologías de la información, que concentran cada vez en menos manos el beneficio del desarrollo económico.
Esta situación, requiere de
una serie de medidas de carácter estructural,
que no coyuntural, para conseguir por un lado, un equilibro entre rentas del bienestar, pero también entre generaciones. Como explicaremos
posteriormente en la actualidad tenemos
una población cada vez más mayor, más relevante electoralmente y sobre la cual
se está volcando (no sin razones) la mayoría de la cobertura social.
Revisemos uno por unos los
pilares, para poder explicar sus complicaciones y sus remedios si queremos una cobertura justa extensión y sostenible en el reparto obligaciones.
Empecemos por la salud, sobre la cual debemos decir,
bajo la comparativa de otros países europeos con sistemas similares utiliza una cantidad de recursos relativa
al PIB y relativa a la población equiparable. Otro tema distinto es sobre que partidas y
actividades se han aplicado los recortes. Según el entender de los expertos,
estos recortes se han aplicado de forma
unilateral en los presupuestos, forzando
a los empleados médicos a ajustar mediante su esfuerzo e ingenio los
recursos a las demandas. En este campo las previsiones, a pesar de los recortes
presentes y futuros, son de mayor gasto público
total y en relación al PIB, por dos razones:
v
Por el lado de la demanda, la población es cada vez más mayor y vive más años, produciéndose también
una mayor morbilidad y mayor cronicidad
de las enfermedades, y por ello, del requerimiento de los tratamientos. Los
hábitos actuales de vida y de dieta (
sedentaria y estresante por un lado, y poco nutritiva por otro) aumentan
las necesidades asistenciales a edades muy tempranas, con efectos notables (y
evitable) sobre la salud y el gasto sanitario.
v
Por el lado de la oferta, no existe una delimitación del catálogo de servicios público
suficientemente exhaustiva en base al coste efecto de los tratamientos, y adopta innovaciones tecnológicas sin tener
en cuenta el evidente coste de oportunidad sobre otros tratamientos más urgentes
y efectivos.
Ante el aumento de la demanda,
y del coste de la oferta, proponemos lo siguiente:
- Gravar con impuestos aquellos comportamientos nocivos para la salud (bebidas azucaradas, tabaco, alimentos grasos con escaso valor nutritivo…) con el fin de generar conciencia y reducir su consumo. La reducción en la recaudación por ventas (IVA) se puede devolver por una reducción en el gasto de los tratamientos posteriores, o una mayor recaudación a través de los impuestos mayores.
- Desgravar aquellas actividades que favorezcan los estilos de vida saludables (actividades y equipamientos deportivos, medicina preventiva (fisioterapia, entrenamiento personal…), frutas, verduras, y comida ecológica.
- Aplicar copagos en aquellos tratamientos de baja eficacia y que no suponga un empeoramiento de la salud actual ni futuro. Aunque parezca evidente, no se está aplicando de forma extensiva.
- Limitar el catálogo de servicios públicos al presupuesto, y ordenados por coste efectividad, buscando incluir solo el mejor tratamiento para cada problema de salud. Hacer uso vinculante de las diversas agencias independientes de valoración de los tratamientos nuevos y actuales para tomar esa decisión.
- Fijar presupuestos en base a las necesidades y objetivos de salud y no solo a la coyuntura económica. No gastar demasiado en salud cuando la economía va bien y muy poco cuando va mal. Debe existir un fondo de reservar para mantener la cobertura básica universal sea cual sea la coyuntura económica.
Resumiendo, el sistema de
salud debe priorizar y ajustarse, en
base a criterios médicos en sus objetivos y cobertura. Para ello, deben incentivarse la provisión racional de
tratamientos así como los comportamientos que maximicen la salud.
Pasamos al segundo pilar del
sistema de bienestar que son las pensiones.
Para aquellos que no lo sepan las pensiones públicas actuales se financian de forma exclusiva en base a la cotización
actual de los trabajadores. Este sistema funcionaba muy bien cuando la
esperanza de vida era más baja, y la natalidad era alta, así como los niveles
de paro moderados. En la situación actual y futura, no encontramos con un una población
cada vez más mayor, familias que cada vez tienen menos hijos, y una población activa
menor y peor pagada. El sistema actual de pensiones paga aproximadamente un 80%
de lo que los pensionistas cobraban los últimos años de su vida laboral, siendo
uno de los sistemas más “generosos” si hacemos la comparación con Europa. Sea como fuere, y a pesar de que gracias a las pensiones muchas familias personas con pensiones han podido sobrevivir,
los parámetros actuales no permiten una autofinanciación o sostenibilidad
propia.
Se tome la política que se
tome, no se ha de olvidar que no es solo
un tema económico, sino un activo social sobre el rol que queremos que tengan
las personas mayores en la sociedad.
En este tema, propongo qué se
debe considerar a la hora de aplicar correcciones estructurales al sistema de
pensiones para su sostenibilidad presupuestaria y equilibro intergeneracional:
·
El primer aspecto a tener en
cuenta es la edad de jubilación. Es lógico
pensar que si se han logrado mayor esperanza de vida, y mejor calidad de vida
en los estadios avanzados de edad, debería aumentarse
progresivamente la edad de jubilación. Esto puede no aplicar a todos los
sectores, y debe “desgravar” años a aquellos trabajadores cuyo desgaste físico y
psicológico sea mayor.
· El segundo aspecto a tener en
cuenta es la financiación. El modelo
actual es muy frágil antes cambios generacionales o del mercado de trabajo, y
debe proteger a los jubilados y trabajadores ante desequilibrios como los
actuales. Los déficit puede ser financiados con presupuestos (a costa de otras partidas), o de un sistema mixto en el que parte de la cotización
individual se haya ahorrado públicamente para luego repartir mejor los
esfuerzos generacionales. El inmovilismo
actual no da una explicación clara de cómo se va a financiar los desequilibrios
seguros en el corto, medio y largo plazo. La congelación de las pensiones
no es suficiente, ni lo será.
· El tercer aspecto es la confianza. Para que este sistema tenga
sentido, y se pueda mantener en el tiempo, se debe mantener el acuerdo con el cotizador, para evitar la sensación
actual de que los jóvenes no cobraran nada. Esto no hace más que
desincentivar la cotización (en favor de la economía sumergida) y los fondos
privados (solo aptos para las rentas más altas).
· El cuarto aspecto es el reparto generacional. No se puede pedir
únicamente esfuerzos al trabajador en la coyuntura actual. Para asegurar un
equilibro de la cobertura, así como una redistribución de recursos más
equitativa, deben establecerse equitativamente (en base a riqueza), las
obligaciones y beneficios fiscales de todos los agentes. La idea es que no
se puede bajar la pensión a una viuda que cobrar 500 euros que está en una habitación
de alquiler, como tampoco al que cobra el SMI y tiene dos hijos. Las pensiones deben ser un mecanismo de cohesión
social y no de regresión de ninguna generación.
El tercer y no último pilar
del bienestar es el subsidio o prestación
por desempleo. En las crisis como las de 2008 se suele dar un aumento del
peso de esta prestación y luego se reduce, ya sea porque los desempleados
encuentran empleo, o porque han agotado la prestación, así como las diversas
extensiones.
Existe mucha opinión, y poca contrastación,
sobre los beneficios y costes de esta cobertura, excesivamente generosa para
unos, y fundamental para otros. Sea cual sea la distorsión y los beneficios derivados,
el paro juvenil y de larga duración en los adultos, así como una considerable economía
sumergida son hechos que plantean que hay que cambiar algunos planteamientos de
la cobertura y las medidas que se deben
aplicar sobre personas en esta situación.
- Sobre el desempleo, debe revisarse si la causa es un exceso(demasiados trabajadores) o escasez (pocos trabajadores aptos para el puesto) en la oferta laboral. En el caso de exceso de oferta, deben incentivarse el autoempleo, eso supone facilidades financieras, formación gratuita así como soporte profesional. Los colegios, universidades y entorno son fundamentales para su integración. Debe apoyarse la toma de riesgos, y limitar las responsabilidades financieras de los emprendedores. Es importante que las tasas de autónomos sean muy bajas o nulas antes de la facturación, y progresivas hasta un tope según la facturación obtenida, para evitar barreras de entrada e imponer un impuesto al trabajo. Si la causa es la escasa oferta (sucede en algunos sectores especializados), debe agilizarse la formación de perfiles parados e interesados en esos empleos.
- Sobre la economía sumergida, se tiene que perseguir y castigar (al contratante siempre), aunque suponga costes de inspección e incluso una menor contratación en el corto plazo. Los empleos en “negro” no solo suponen una competencia desleal a los empleos legales sino que dejan en una alta vulnerabilidad presente y futuro a los empleados. La persecución fiscal es altamente efectiva y debe aumentar los recursos hasta que se reduzca la economía sumergida a niveles mínimos.
- Sobre la prestación se ha regulado para evitar el uso no productivo de esta prestación. Lo importante es que trabajar salga a cuenta (para ello hay que subir el SMI), así como proteger especialmente aquellas parados con hijos para que no afecte la economía de los padres al desarrollo de los hijos. Es por ello que siempre es más efectivo premiar el trabajo y complementar la prestación sobre los colectivos más débiles, en lugar de criminalizar a los desempleados.
En conclusión, la prestación de
empleo debe ser una cobertura a la
dignidad ante las fluctuaciones del mercado laboral, y una oportunidad de
reinsertarse a aquellos segmentos que se encuentra en situación de desempleo.
La prestación debe ser especialmente
efectiva en aquellos desempleos sobre los cuales haya hijos en riesgo de
pobreza. El autoempleo y el trabajo
de calidad son las mejores alternativas al desempleo, no su criminalización.
Por último, otro pilar, para
una parte muy concreta pero numerosa de la sociedad es la cobertura a la
dependencia. Tras la famosa ley aprobada en el último gobierno del PSOE, nos
hallamos que ni se concretaros suficientemente los requisitos, ni se generó una
partida presupuestaria suficientemente notable como para cubrir a todos los que
satisfacen la condición de dependientes. Ante esta tesitura, solo cabe
presionar al gobierno para que haga caso a los expertos, y modifique la ley para definir mejor a quién y cómo cubre, así como
reunir los recursos necesarios para integrar socialmente a este grupo tan
vulnerable. Si alguna partida además de las pensiones debe aumentar, sin
duda es esta.
Para acabar, rompo una lanza
en favor de los logros conseguidos en el sistema de bienestar, sobre el cual
muchos jubilados han logrado la dignidad que se merecen, así como una cobertura
sanitaria (aunque menos universal de lo que queremos), que ya quisieran países como
Estados Unidos o India. Debemos dejar
los horizontes e incentivos electorales, para buscar el consenso multicolor
para redistribuir el bienestar entre generaciones y entre los diferentes
estadios de riqueza. Sí que hay dinero para asegurar la dignidad y la
igualdad de oportunidades, pero nada es
gratis y hay que racionalizar los recursos, con fines no solo presupuestarios
sino también de efectividad y bien común.
Bibliografía
Siempre
intento ser riguroso en mis afirmaciones, por eso recomiendo la bibliografía principal
que inspira lo que escribo.
- El bienestar desigual (Guillem Lopez Casasnovas)
- The Great Scape (Angus Deaton)
- Health Economics (Frank A.Sloan, Chee Ruey Hsieh)
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