Existe un gran consenso sobre la bondad del libre comercio y la globalización.
Por un lado, se afirma que el libre comercio genera crecimiento económico, y que eso supone un beneficio incuestionable. Por otro, que la ventaja comparativa formulada por Ricardo demuestra que el libre comercio es una mejora para todos los países involucrados, si guían sus actividades a la ventaja comparativa.
Como veremos a continuación, no es oro todo lo que reluce, ni el libre comercio mejora necesariamente lo que de verdad nos importa, el bienestar y la comunidad.
Costes de transporte, dependencia y una reducción de la elección laboral
Un comercio
libre y global tiende a ofrecer un mayor número de servicios y productos a un
menor precio, aunque también
supone unos costes importantes.
- Mayor comercio supone mayores costes de transporte, y por ello mayor contaminación. Si los costes de transporte no se subsidiaran como en la actualidad, sería mucho menos beneficioso el comercio global, y una mayor cantidad del consumo provendría de producción local.
- La pérdidade independencia como resultado de la especialización. Esto debilita la comunidad y obliga a comerciar al exterior, en muchos casos en términos abusivos.
- La reducción de las alternativas laborales fruto de la especialización es una perdida al bienestar y de riqueza real del país. Los países que no han protegido sus sectores estratégicos y sus servicios básicos han visto sus economías debilitadas y una gran pérdida del poder negociador que tenían anteriormente.
Competición a la baja de estándares de producción y externalización de costes
La mayor
competencia resultante del comercio libre se traduce en productos más baratos. Se
pueden conseguir productos más baratos por mejoras en la eficiencia, o por la
externalización de los costes de su actividad.
Las empresas
siempre tenderán a externalizar costes con el fin de tener productos más
rentables y poderlos ofrecer a menor precio. A nivel nacional existen numerosas
leyes y regulaciones para asegurar la internalización de los costes
(regulación laboral, ambiental, estándares de calidad, programas de bienestar,
seguridad laboral..), pero no a escala global (que es la escala del comercio).
La
internalización de los costes, así como la existencia de convenios laborales
mejora la calidad de vida de los trabajadores y reduce el impacto ambiental de la actividad, pero también supone un aumento sustancial de los
costes finales.
En el marco
actual de comercio libre y diversidad de internalización de costes, los países
que permiten una mayor externalización de los mismos (regulación laboral laxa,
poca protección ambiental...) pueden ofrecer productos más baratos con más
margen, a pesar de no ser más eficientes.
Es por ello
que si queremos un comercio libre pero también eficiente, debemos asegurarnos que
todos los productores internalizan correctamente los costes de su actividad.
Una forma seria aplicar una tarifa compensatoria en base a los criterios
productivos del país exportador versus el importador, para que la diferencia
competitiva se base en criterios de eficiencia productiva y no la evasión de
costes.
El objetivo
no es tanto imponer una versión ética del comercio, sino limitar la espiral de
competencia en base a la bajada de estándares de producción. Que los costes los
debe pagar el que los genera es algo indudable, y que se debe potenciar la
eficiencia y no la degradación laboral y ambiental esta en casi todas las
constituciones, aunque poco implementado en la práctica (este mismo argumento se utiliza para regular el transporte aéreo, los taxis, la provisión de servicios de salud...).
El resultado
de la mayor movilidad de capital, bienes y mano de obra, ha reducido la
comunidad a los intereses individuales de las corporaciones, tan globales que
los gobiernos han perdido el poder de gestionar sus recursos en pro de su
cohesión social y verdadero desarrollo. El estado nacional debe colaborar con
otros estados, pero debe gestionar el interés general de su comunidad, con una
actividad no solo eficiente y abundante, sino integradora y sostenible. el
comercio libre provoca tensiones en una dirección totalmente opuesta, mientras
no se aplique ninguna tarifa reguladora.
El capital natural como el factor limitante
Muchos
países desarrollados necesitan importar capital natural para poder
mantener su crecimiento. Esto crea la ilusión de que el crecimiento económico
ilimitado sigue siendo posible, a pesar de imponer a otros países como
exportadores netos ad infinitum de su capital natural.
El comercio
libre dificulta la asignación de costes naturales a la actividad económica, y
los limites naturales de las naciones. El resultado es el crecimiento
económico, si, pero también el crecimiento de la generación de residuos y
consumo de recursos naturales, por encima de la velocidad de regeneración.
El comercio entre industrias y los derechos de propiedad intelectual
La mayoría
de los países, compran y venden productos de la misma industria, incluso
productos cuya diferenciación es nula (frutas, coches, galletas...casi podemos
encontrar ejemplos en todas las industrias). Este hecho convierte el comercio
libre muchas veces en algo marginalmente beneficioso, pero altamente costoso.
¿No sería
más lógico que el intercambio fuera de fichas técnicas o recetas en lugar de
productos? La razón por la que no se produce ese intercambio razonable son los
derechos de propiedad intelectual.
Si bien está
claro que ciertas innovaciones son muy costosas y que debe incentivarse su
creación a través de monopolios temporales, también es cierto que el tiempo y
precio de esas patentes excede lo razonable (véase casos de productos
farmacéuticos cuyos beneficios multiplican en cientos de veces su inversión).
El
conocimiento raramente proviene de fuentes únicamente privadas, muchas veces
provienen de fuentes financiadas públicamente o de contribuciones altruistas de
científicos y desarrolladores. Aunque en el mundo de la programación, la
privatización del conocimiento es historia, en el resto de sectores sigue
privatizándose excesivamente el conocimiento.
No existe
mucha evidencia en contra de liberar el conocimiento, ya que los beneficios de
la universidad pública, o los cursos abiertos es inmenso, pero se sigue
legislando como si la libre difusión del conocimiento supusiera una
ralentización inaceptable del desarrollo humano.
Refutaciones a las principales falacias al libre comercio
1. "El comercio libre fomenta el crecimiento económico, y esto es una mejora indiscutible del bienestar general"
Esto ha sido cierto hasta los años '70, ya que solo hasta entonces la evolución del PIB correlacionaba con índices del bienestar como el MEW (Measured Economic Welfare) o el ISEW (Sustainable Economic Welfare). En la actualidad la correlación del crecimiento económico y el bienestar es negativa, pues hemos excedido los limites planetarios, pero sobre todo los beneficios de más crecimiento no son suficientes con respecto a sus costes.
2. " La ventaja comparativa de Ricardo muestra que el comercio puede ser mutuamente beneficioso"
La ventaja comparativa de Ricardo defiende que dos países deben comerciar, aunque uno sea más eficiente en todas las actividades. Su teorema defiende que el país más absolutamente eficiente debe especializarse en aquello que es relativamente más eficiente, y dejar la otra actividad al país absolutamente menos eficiente. Esto es cierto y se cumple bajo la hipótesis de baja movilidad de capital y trabajo, algo bastante cierto en su época, pero cada vez menos en la nuestra. Actualmente la competencia a la baja de estándares provoca fuga de capital aquellos países con poca internalizacion de costes (ventaja comparativa absoluta). Normalmente la producción se deriva a países con bajos impuestos sobre el capital (lo cual supone una fuente tremenda de desigualdad vista en los estudios de Piketty), así como una competencia a la baja en salarios (que unido a la robotización explica la bajada de salarios a pesar del aumento notable de productividad). Lo que las empresas hacen es buscar la ventaja absoluta y no la comparativa, pues el capital y el trabajo son altamente desplazables de un país a otro, lo cual invalida la aplicación practica de la ventaja comparativa, y por lo tanto el mutuo beneficio del comercio libre.
En resumen,
el verdadero libre comercio debería considerar la libertad de no comerciar, la
posibilidad de potenciar la economía local si sus estándares y eficiencia así
lo aconsejan. Mientras los países difieran sustancialmente en la forma en la
que internalizan sus costes, los gobiernos nacionales y organizaciones de comercio
deberán establecer tarifas en pro de una producción más eficiente y con
estándares (laborales y ambientales) al alza, y no a la baja como vemos
recientemente.
Las ideas y
no los bienes deberían fluir con más libertad entre países, pues sabemos que
esto supone una mejora cualitativa del desarrollo y del avance de nuestra
sociedad.
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